El slow fashion defiende una forma de consumo más ética y responsable, así como volver a ser conscientes de la relación entre clientes y vendedores. Es el polo opuesto del fast fashion: tiene en cuenta los procedimientos y recursos necesarios para crear prendas de vestir, promoviendo el trato equitativo de las personas, los animales y el medio ambiente. Este concepto, en su triple vertiente –ecológica, económica y social- implica un cambio importante en la actual escala de valores y actitudes, ya sean desde la óptica de la sostenibilidad medioambiental y de utilización de los recursos naturales como del desarrollo económico y del progreso social.