SLOW FASHION. SLOW SHOPPING.
El slow fashion defiende una forma de consumo más ética y responsable, así como volver a ser conscientes de la relación entre clientes y vendedores. Es el polo opuesto del fast fashion: tiene en cuenta los procedimientos y recursos necesarios para crear prendas de vestir, promoviendo el trato equitativo de las personas, los animales y el medio ambiente. Este concepto, en su triple vertiente –ecológica, económica y social- implica un cambio importante en la actual escala de valores y actitudes, ya sean desde la óptica de la sostenibilidad medioambiental y de utilización de los recursos naturales como del desarrollo económico y del progreso social.
Si la lógica de la moda rápida es aquella de la hiperproducción y el hiperconsumo, de bajo costo y poca calidad (sin medir el impacto humano y medioambiental), la “moda lenta” prima la calidad y perdurabilidad de las prendas teniendo en cuenta siempre el tiempo de cada proceso (ahí es donde radica su valor). Podríamos resumirlo en la famosa frase de Vivienne Westwood, diseñadora de moda británica considerada como la principal responsable de la estética asociada con el punk y el New Wave: “Buy less, choose well, make it last” (compra menos, escoge bien y hazlo durar).
La ONU declaró en el 2018 la Emergencia Ambiental a causa del fast fashion por el uso desmedido de recursos naturales y la contaminación generada a través de los procesos que conlleva. Para que una prenda de ropa sea sostenible su proceso de producción debe respetar el medio ambiente y sus materiales deben ser naturales u orgánicos, además de ser también socialmente responsable, lo que significa que en su cadena de producción se cuidan las condiciones de los trabajadores luchando contra la explotación laboral.
Ya en 1990 el New York Times y Vogue publicaron artículos sobre la tendencia medioambiental en el mundo de la moda, y en ese mismo año la diseñadora de moda británica Katharine Hamnett, quien a menudo ha sido reconocida como una de las primeras diseñadoras en combinar el activismo ambiental con la moda, pronunció un discurso sobre los impactos ambientales de la moda en las Naciones Unidas. Desde entonces esta corriente ha ido ganando cada vez más defensores que buscan modos de vida más sostenibles y afines a sus ideologías, entendiendo la responsabilidad del consumidor y su posible papel activo para cambiar las dinámicas imperantes.
La historia de la ropa que usamos, las personas que la hacen y su impacto en nuestro mundo pone de relieve los desastres ecológicos generados por esta industria: por ejemplo, para fabricar una camiseta de algodón de 250gr se requieren unos 2.700 litros de agua, o unos vaqueros unos 11.800 litro.
La industria de la moda es la 2º industria más contaminante del planeta, no solo por los vertidos de productos químicos y tintes que acaban en mares y ríos, sino también por la gran cantidad de residuos físicos que genera. Cada prenda de ropa que compramos tiene un promedio de uso de únicamente 7 veces, y por norma general no son materias naturales ni biodegradables a corto plazo, lo que produce unos 12 millones de toneladas de residuos de ropa al año.
El consumismo y el derroche es una de las señas de identidad de la sociedad moderna: La actividad humana está produciendo un agotamiento de los recursos naturales para satisfacer el mantenimiento de las diferentes industrias que atienden a este sistema consumista. Frente a esto, en el slow fashion los aspectos de calidad, exclusividad y sostenibilidad brindada al medio ambiente, del que nosotros formamos parte, son factores que valen la pena considerar en el momento de decidir nuestra próxima compra.
La última década ha sido testigo de una ola de cambios en la industria de la moda: Un número cada vez mayor de marcas rechaza los principios de la moda rápida y opta por un enfoque más sostenible para la confección de ropa. Podemos mantener la conciencia de lo que realmente representa una marca y centrarnos en la calidad ... Como dicen, menos, es más, ¿verdad? Ahí está The Fabulous Gang